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Estimativos de la liquidez ampliada (M3) muestran una contracción de 5% en abril de 2010. Desde la Gran Depresión no se presentaba un fenómeno de esta naturaleza.
 
Aunque no hay cifras oficiales, en John Williams’ Shadow Government Statistics se reconstruye la serie desde comienzos de 2006 cuando fue descontinuada. Ahí se aprecia como el crecimiento anual de M3 se disparó durante la burbuja que se presentó entre 2007 y mediados de 2008, antes del estallido de la crisis económica global. A mediados de ese año el ritmo anual de crecimiento de M3 era superior a 16%, muy por encima del aumento de los medios de pago (M1) que era de 3% anual.

Cuando estalló la crisis, se revirtió el comportamiento de ambas variables. M3 empezó a desacelerarse abruptamente, al punto que hoy decrece, en tanto que M1 se aceleró, gracias al paquete de estímulo del gobierno de Barack Obama, hasta alcanzar tasas de crecimiento de 15% anual a finales de 2009. Actualmente M1 se ha desacelerado y aumenta a una tasa anual cercana a 6%.

En declaraciones que se citan en un artículo de Ambrose Evans-Pritchard en el Daily Telegraph, el profesor Tim Congdon del International Monetary Research anota que “es miedoso lo que está pasando. La contracción de M3 no tiene precedente desde la Gran Depresión. La principal razón por la cual esto está sucediendo es que los reguladores están presionando al sistema financiero a elevar sus indicadores de capitalización y a disminuir sus activos de riesgo. Esta es la explicación por la cual la economía de Estados Unidos no se está recuperando apropiadamente”.

La controversia se plantea sobre si los estímulos para evitar una deflación deben ser fiscales o simplemente monetarios. Pero la verdad es que tanto la deuda pública como la privada ya están en niveles muy altos. Por otro lado, la tasa de interés de la Reserva Federal es cercana a cero. O sea que no hay mayor margen de maniobra para emprender paquetes de estímulo adicionales, ya sean de tipo fiscal o de tipo netamente monetario. Por el contrario, tanto en Estados Unidos como en Europa de lo que se habla actualmente es de cómo implementar paquetes de austeridad.

Se sabe que aumentar indefinidamente la deuda pública, tal como lo ha hecho Japón en las últimas dos décadas, no es el camino para retomar el sendero de un razonable crecimiento económico. Tampoco lo es darle estímulos a un sector privado que está excesivamente endeudado y sobre comprometido en inversiones inviables.

La única salida realmente es la de un gran ajuste que permita reducir sustancialmente los niveles de endeudamiento. Pero se trata de una medicina difícil de digerir por su impacto inicial sobre el empleo y el nivel de ingresos de las poblaciones. Se traduce en la quiebra y cierre de negocios insostenibles. Por esa razón, los países y sus gobiernos luchan hasta el final por no ingerirla.  

Sin embargo, no hay alternativa. Sólo con esa medicina se pueden corregir las distorsiones ocasionadas por años de despilfarro o de exceso de gasto en áreas o actividades con un negativo o nulo retorno económico y financiero.