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Hace cuatro años el gobierno venezolano expropió el Charcote Ranch perteneciente a una firma agroindustrial inglesa. Los resultados no pueden ser peores.
 
Fue, en su momento, un símbolo del programa de expropiaciones de empresas agropecuarias del gobierno Hugo Chávez. Según un informe de Fabiola Sánchez de Associated Press, antes de la expropiación la empresa producía anualmente 1.2 millones de kilos de carne. ¿Adivinen cuánta carne produce ahora las mismas tierras? Cero carne. Las llanuras del rancho, antes con pastizales repletos de ganado, ahora están cubiertos de maleza, con la excepción de unos pocos pedazos de tierra donde algunos campesinos, de manera por demás precaria, han intentado sembrar maíz y fríjoles. El ganado, que era de primera calidad, desapareció por completo.

Esta historia se repite a lo largo y ancho del país. El gobierno estima que ha expropiado 2.2 millones de hectáreas para instaurar un supuesto “paraíso socialista” en las áreas rurales. Pues bien, desde 2004 cuando empezó a implementar con fuerza su programa de expropiaciones, las importaciones de comida se han triplicado. De acuerdo con Carlos Machado Allison de la escuela de negocios IESA, esas importaciones, que durante años se habían mantenido en US$75 por habitante, ahora son US$267 por habitante. Pero esa no es la historia completa. A pesar del aumento de las importaciones de comida, escasea en los estantes de los mercados. De hecho, la inflación de alimentos supera el 40% anual.

Voceros del gobierno todavía hablan de autosuficiencia en materia de alimentos. ¿Se trata de un chiste? Aparentemente se creen su propia mentira, tal como sucede cuando el sesgo ideológico nubla la mente. Por ahora lo único cierto es que Venezuela continúa demandándole a Colombia (y al resto del mundo) alimentos de toda clase y grados de procesamiento. Lo único que frena a medias las importaciones masivas es el control administrativo impuesto por el mismo gobierno a través de CADIVI.

El caso del Charcote Ranch ilustra lo que está pasando en distintos sectores de la economía venezolana: la destrucción de empresas generadoras de riqueza, sin que hayan sido reemplazadas por esquemas viables alternativos de inversión y producción. Da la impresión que muchos venezolanos no se han dado cuenta que destruir riqueza es fácil y que no hay mérito en hacerlo, pero si unos costos que se sentirán con el transcurso del tiempo. Lo difícil es crear riqueza, mantenerla y acrecentarla, para sentar las bases de una sociedad con menos pobreza.

Los burócratas del gobierno venezolano, con Chávez a la cabeza, que están empeñados en destruir las unidades verdaderamente productivas de Venezuela, son como parásitos que viven de lo que otros producen. Así también lo son quienes, a causa de los privilegios oficiales, ganan más de lo que aportan a la economía. Por ahora esos burócratas y sus favorecidos empleen los recursos petroleros para cubrir los faltantes que van quedando a medida que destruyen la riqueza. Creen que las infinitas reservas petroleras del país alcanzarán para subsanar cualquier costo del experimento "socialista".

Pero ni siquiera la riqueza petrolera es maná caído del cielo —también requiere de inversión y emprendimiento. Y como es apenas obvio, no alcanzará para financiar tanto despropósito del actual gobierno, ni a los muchos venezolanos que se consideran con el derecho de recibir un alto estipendio sin contribuir mayormente a la producción de bienes y servicios.