La muerte por hambre de leones marinos en Chile es uno de los más claros indicios de que El Niño está aproximándose a América Latina.
Primero que todo una aclaración: El fenómeno de El Niño, que es resultado de un calentamiento de las aguas del Océano Pacífico, no es producido por un supuesto calentamiento global, ese que tanto interés despierta entre ciertos círculos políticos del planeta. El Niño ha venido ocurriendo por miles de años. Se repite en lapsos que van de tres a cinco años. A veces se manifiesta débilmente, a veces con fuerza. Su duración podría ser de un año, aunque en ocasiones se ha extendido a 18 meses.
Uno de los impactos de El Niño es sobre la vida marina en las costas del Océano Pacífico de Chile, Perú, Ecuador y el sur de Colombia. Al calentarse las aguas, los pescados emigran y especies como la de los leones marinos no tienen como alimentarse debidamente. De ahí que mueran de hambre. Y así siempre ha sucedido cuando se acerca El Niño. (De nuevo, no faltarán unos “histéricos” del calentamiento global que le sacarán fotos a estos leones marinos y luego las presentarán como supuesta evidencia a favor de sus tesis).
Con El Niño suben las temperaturas promedio en distintas zonas del Continente entre uno y dos grados centígrados. Pero más importante aún, altera los patrones de lluvias con importantes consecuencias sobre el sector agropecuario y sobre la vida social de diferentes regiones. En términos generales, El Niño se asocia con sequías en Indonesia y Australia, con inundaciones en Perú y con una temporada suave de huracanes en el Caribe.
Pero un examen más detallado del impacto de El Niño sobre América Latina muestra la ocurrencia de sequías severas en México; excesos de lluvia en la región Caribe de Centroamérica; episodios de sequías en la región Pacífica de Centroamérica; intenso régimen de lluvias en la Costa Pacífica de Suramérica y en buena parte de Argentina, Uruguay y sur de Brasil; sequías severas e incendios en la región amazónica de Brasil; y ausencia de lluvias en las zonas andinas de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia.
En el caso específico de Colombia, de acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), lo usual son déficit de precipitaciones en las regiones Andina, Caribe y la Orinoquia. En contraste, las lluvias tienden a ser más abundantes de lo tradicional en la Costa Pacífica y en la vertiente oriental de la Cordillera Oriental (partes del piedemonte llanero).
En algunas regiones específicas como el departamento de la Guajira, el norte del departamento del Cesar, algunos municipios de los departamentos de Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba, Santander y el altiplano de Boyacá y Cundinamarca, se han presentado reducciones en los volúmenes de precipitación de hasta 60%.
El Niño también se asocia, en los altiplanos de Nariño, Boyacá, Cundinamarca y en los páramos y tierras altas de Antioquia, Santander y Norte de Santander, con un aumento de las heladas (buscos descenso de la temperatura en las madrugadas), especialmente durante los meses de enero, febrero, julio y agosto.
Ahora bien, la pregunta todavía no respondida es qué tan fuerte es El Niño actual. Ahí no está dicha la última palabra, aunque los indicios apuntan a Niño moderado. Sin embargo, es temprano para un pronóstico definitivo. Lo que se sabe es que se manifestaría en su plenitud durante el último trimestre de 2009 y primer semestre de 2010.
Uno de los impactos de El Niño es sobre la vida marina en las costas del Océano Pacífico de Chile, Perú, Ecuador y el sur de Colombia. Al calentarse las aguas, los pescados emigran y especies como la de los leones marinos no tienen como alimentarse debidamente. De ahí que mueran de hambre. Y así siempre ha sucedido cuando se acerca El Niño. (De nuevo, no faltarán unos “histéricos” del calentamiento global que le sacarán fotos a estos leones marinos y luego las presentarán como supuesta evidencia a favor de sus tesis).
Con El Niño suben las temperaturas promedio en distintas zonas del Continente entre uno y dos grados centígrados. Pero más importante aún, altera los patrones de lluvias con importantes consecuencias sobre el sector agropecuario y sobre la vida social de diferentes regiones. En términos generales, El Niño se asocia con sequías en Indonesia y Australia, con inundaciones en Perú y con una temporada suave de huracanes en el Caribe.
Pero un examen más detallado del impacto de El Niño sobre América Latina muestra la ocurrencia de sequías severas en México; excesos de lluvia en la región Caribe de Centroamérica; episodios de sequías en la región Pacífica de Centroamérica; intenso régimen de lluvias en la Costa Pacífica de Suramérica y en buena parte de Argentina, Uruguay y sur de Brasil; sequías severas e incendios en la región amazónica de Brasil; y ausencia de lluvias en las zonas andinas de Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia.
En el caso específico de Colombia, de acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), lo usual son déficit de precipitaciones en las regiones Andina, Caribe y la Orinoquia. En contraste, las lluvias tienden a ser más abundantes de lo tradicional en la Costa Pacífica y en la vertiente oriental de la Cordillera Oriental (partes del piedemonte llanero).
En algunas regiones específicas como el departamento de la Guajira, el norte del departamento del Cesar, algunos municipios de los departamentos de Atlántico, Bolívar, Sucre, Córdoba, Santander y el altiplano de Boyacá y Cundinamarca, se han presentado reducciones en los volúmenes de precipitación de hasta 60%.
El Niño también se asocia, en los altiplanos de Nariño, Boyacá, Cundinamarca y en los páramos y tierras altas de Antioquia, Santander y Norte de Santander, con un aumento de las heladas (buscos descenso de la temperatura en las madrugadas), especialmente durante los meses de enero, febrero, julio y agosto.
Ahora bien, la pregunta todavía no respondida es qué tan fuerte es El Niño actual. Ahí no está dicha la última palabra, aunque los indicios apuntan a Niño moderado. Sin embargo, es temprano para un pronóstico definitivo. Lo que se sabe es que se manifestaría en su plenitud durante el último trimestre de 2009 y primer semestre de 2010.