La mayoría de la gente todavía cree erróneamente que los políticos tienen una varita que resuelve como por arte de magia problemas económicos estructurales de gran calado.

 

Prácticamente todos los países de la Comunidad Europea están quebrados. Tanto sus gobiernos como una parte no despreciable de sus empresas y personas naturales están sobre endeudados. No hay manera fácil o expedita de superar semejante embrollo, excepto con una gran austeridad (con un fuerte ajuste del cinturón) con induzca un drástico reacomodo del consumo y la inversión a niveles concordantes con el ahorro y la producción de bienes y servicios de sus economías.

La austeridad que se impone, llevará a una contracción económica durante unos años, pero es la única forma de sentar las bases para un crecimiento futuro. Quienes dicen que esa austeridad genera contracción y que por lo tanto es un camino errado, están delirando. La contracción, el ajuste del gasto a lo que se ahorra y produce, es la medicina que cura la enfermedad. Cuando la situación de sobre endeudamiento ha alcanzado los absurdos niveles de los europeos, no hay margen para evadir este camino.

Pues bien, después de cumbres y más cumbres, acuerdos y más acuerdos entre los líderes de la Comunidad Europea, la varita mágica no ha funcionado. Grecia sigue igual o más quebrada. Los gobiernos de los demás países, en mayor o menor grado, también. Los bancos europeos siguen crecientemente sobre expuestos a un volumen insostenible de deuda tóxica (es decir, están cada vez más descapitalizados y sin muchas posibilidades de financiarse con recursos frescos). Y las burbujas inmobiliarias y en otros sectores, peor de reventadas.

Sencillamente no existen los recursos para tapar el hueco negro que crearon tanto los políticos con un gasto público desenfrenado, como las autoridades monetarias con emisiones irresponsables, con manipulaciones de las tasas de interés para mantenerlas artificialmente bajas, y con requerimientos ínfimos de capitalización a los sistemas financieros.

Fin del bacanal punto. Viene una descomunal resaca acompañada de un gran ajuste, similar en su impacto al que han sufrido economías emergentes cuando les ha tocado enfrentar las consecuencias de un manejo económico irresponsable.

Lo que sorprende es que todavía haya gente que crea que la salida a semejante crisis económica, resultado de décadas de un muy alegre manejo, sea de la noche a la mañana y que dependa de unos acuerdos inmediatistas entre líderes políticos. Que crea que todo es cuestión de apagar unos incendios, por ejemplo con la creación de un fondo de “rescate”, o con la imposición a los bancos de unos castigos a sus balances por préstamos a gobiernos ahora insolventes.

Pero lo más sorprendente es que quienes están permeados por esta visión mágica de la economía sea la mayoría de la gente. Tal la confusión sobre estos complejos e intrincados temas que han creado políticos, analistas y medios de comunicación.

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