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¿Cómo es posible que quienes se auto denominan “colombianos por la paz”, así como los medios de comunicación, se dejen utilizar por las FARC?
 
Lo primero que hay que preguntarse es, ¿quiénes son estos supuestos “colombianos por la paz”? La gran mayoría de los colombianos están por la paz. Los miembros de esa organización, donde sobresalen los periodistas Daniel Samper Pizano y Jorge Enrique Botero, no han hecho mérito alguno para ponerle ese pomposo nombre a su organización. Es como para decirle al mundo: “aquí estamos nosotros que si somos los que queremos la paz de Colombia”. Difícil imaginarse un término más excluyente que este de “colombianos por la paz.”

Lo segundo es la forma como ese grupo se la pasa cuestionando la actitud firme y valiente del presidente Álvaro Uribe y de la Fuerza Pública en la lucha contra unos criminales que han azotado a Colombia durante varias décadas con terrorismo, secuestros, extorsiones y todos los demás delitos tipificados en el código penal. Estos auto denominados “colombianos por la paz” siempre le dan el beneficio de la duda a las FARC y nunca al gobierno ni al Presidente. Le creen a los criminales y desconocen el gran avance hacía la paz que ha logrado Colombia desde que el gobierno legítimo resolvió combatirlos de verdad.
 
Lo tercero es como estos auto denominados “colombianos por la paz” tratan de ganarse el protagonismo en lo que puede calificarse como el show de la infamia. Es de la infamia por la maldad y vileza detrás de la acción de las FARC. Al tiempo que soltaban a seis seres humanos que tenían secuestrados durante más siete años, realizaban dos atentados con bombas, uno en Bogotá y otro en Cali, donde perdieron la vida seis personas. Es decir, que el intercambio fue la entrega de seis seres humanos secuestrados, por seis seres humanos que estaban vivos en libertad y que fueron asesinados. Para no mencionar los otros seres humanos heridos que dejaron dichos atentados.

Como sea, los auto denominados “colombianos por la paz” aprovecharon el show mediático para tratar de aparecer como protagonistas de las jornadas en las que fueron entregados los secuestrados. Pero no son protagonistas sino títeres de una organización, las FARC, que trafica con la vida humana para lograr sus fines. Aparentemente las FARC ahora busca confundir a los colombianos y a la opinión mundial sobre el carácter supuestamente “humanitario” de su actividad criminal.

Para ello son útiles Samper y Botero y unos medios de comunicación que han presentado el tema de la entrega de los secuestrados como si tratara de una especie de novela rosa, como esas de las 8 de la noche, que terminan felizmente luego de superada una que otra contrariedad doméstica.

Ninguna mención por parte de los medios de comunicación a los seis muertos de los atentados, ni a la veintena de heridos. Tampoco al hecho de que las FARC, mientras entrega a algunas de sus víctimas, sigue asesinando, secuestrando y extorsionando. Ni la más mínima recordación de los muy numerosos secuestrados de cuya suerte se desconoce, años después de que sus familiares los vieron por última vez.

Estos medios de comunicación son los mismos que nunca llaman por su nombre a los asesinatos de los secuestrados por parte de las FARC. Para ellos, esos no son asesinatos sino “muertes en cautiverio”. Poco les falta para que, en la tonalidad de novela rosa que los caracteriza, empiecen a llamar al secuestro “vacaciones en cautiverio”.