En la entrevista al Presidente Álvaro Uribe en la radio de la mañana de RCN salió a relucir la falta de profesionalismo de algunos periodistas.
En la entrevista que tuvo lugar el 2 de diciembre de 2010, Álvaro Uribe defendió su gestión en distintos frentes. Como es su estilo, lo hizo de manera vehemente y anunció que continuará defendiendo a su gobierno.
Todos los enemigos de Uribe andan desaforados cuestionando los logros de su administración. Se hacen la ilusión que la mayoría de los colombianos olvidarán esos logros si se hace un gran ruido periodístico sobre supuestos o reales escándalos durante su administración.
Como sea, en la entrevista en mención, el periodista Juan Carlos Iragorri señaló que la labor del periodismo es hacer preguntas incómodas. Es decir, entre más uno incomode al entrevistado, mejor. Pues Iragorri se equivoca en materia grave. La función del periodismo no es hacer “preguntas incómodas”. No es “buscarle el pierde” al entrevistado.
La verdadera labor del periodismo es hacer buenas preguntas. Es hacer preguntas que esclarezcan el tema en discusión. Puede que las buenas preguntas incomoden al entrevistado. Pero también puede ser que no lo hagan, especialmente si el entrevistado tiene respuestas razonables.
Por eso es tan difícil el buen periodismo. Requiere criterio y conocimiento sobre el tema que se pregunta. Demanda no dejarse influenciar por afectos o desafectos personales.
A un entrevistado se lo puede incomodar de distintas maneras. Por ejemplo, con preguntas fuera de contexto. Con preguntas burlonas o sarcásticas. Con preguntas confusas que buscan que el entrevistado se equivoque en la respuesta. Con preguntas cargadas de hostilidad contra el entrevistado. Con interrupciones superfluas que evitan que el entrevistado pueda terminar sus explicaciones (al estilo de Andrea Serna).
Que un entrevistado se haya incomodado, no significa que la entrevista fue buena. Simplemente puede ser que el entrevistado, como ser humano que es, se desesperó ante la agresión del periodista. Lo que realmente determina si la entrevista fue buena es si con ella se avanzó en el entendimiento del tema o los temas sobre los cuales trató.
En el caso de la entrevista a Álvaro Uribe, se defendió sin mayores problemas ante las preguntas “incómodas”. Pero eso es Uribe. No sucede así con muchos de los entrevistados, que no tienen ni la experiencia ni la piel dura del ex Presidente.
Todos los enemigos de Uribe andan desaforados cuestionando los logros de su administración. Se hacen la ilusión que la mayoría de los colombianos olvidarán esos logros si se hace un gran ruido periodístico sobre supuestos o reales escándalos durante su administración.
Como sea, en la entrevista en mención, el periodista Juan Carlos Iragorri señaló que la labor del periodismo es hacer preguntas incómodas. Es decir, entre más uno incomode al entrevistado, mejor. Pues Iragorri se equivoca en materia grave. La función del periodismo no es hacer “preguntas incómodas”. No es “buscarle el pierde” al entrevistado.
La verdadera labor del periodismo es hacer buenas preguntas. Es hacer preguntas que esclarezcan el tema en discusión. Puede que las buenas preguntas incomoden al entrevistado. Pero también puede ser que no lo hagan, especialmente si el entrevistado tiene respuestas razonables.
Por eso es tan difícil el buen periodismo. Requiere criterio y conocimiento sobre el tema que se pregunta. Demanda no dejarse influenciar por afectos o desafectos personales.
A un entrevistado se lo puede incomodar de distintas maneras. Por ejemplo, con preguntas fuera de contexto. Con preguntas burlonas o sarcásticas. Con preguntas confusas que buscan que el entrevistado se equivoque en la respuesta. Con preguntas cargadas de hostilidad contra el entrevistado. Con interrupciones superfluas que evitan que el entrevistado pueda terminar sus explicaciones (al estilo de Andrea Serna).
Que un entrevistado se haya incomodado, no significa que la entrevista fue buena. Simplemente puede ser que el entrevistado, como ser humano que es, se desesperó ante la agresión del periodista. Lo que realmente determina si la entrevista fue buena es si con ella se avanzó en el entendimiento del tema o los temas sobre los cuales trató.
En el caso de la entrevista a Álvaro Uribe, se defendió sin mayores problemas ante las preguntas “incómodas”. Pero eso es Uribe. No sucede así con muchos de los entrevistados, que no tienen ni la experiencia ni la piel dura del ex Presidente.