Dijo que Venezuela es un país que no tiene riesgo económico. Lo habrá dicho en chiste porque en serio tendría que reconocer que ese riesgo es muy alto.
Chávez se ha convertido en el gran saqueador de su país. Está en proceso de expoliar la poca riqueza que no ha expoliado después de 11 años de gobierno. En lo que se apodera, deja unos trabajadores que sin producir mayormente quedan con unos salarios más elevados que los que recibían antes de la expoliación. La mayoría de esas empresas no solamente dejan de producir sino que son saqueadas por sus propios trabajadores y por los funcionarios públicos que recibieron el encargo de administrarlas.
Las empresas que ya eran del gobierno antes de la llegada de Chávez tampoco funcionan adecuadamente. El caso más dramático es el de PDVSA. Distintos indicios muestran un deterioro en sus instalaciones, una disminución gradual de su producción tanto de crudo como de refinados, un creciente endeudamiento, y una drástica disminución de la transferencia de excedentes hacía el resto de la economía.
Nadie le presta a PDVSA, excepto con la pignoración de exportaciones futuras. La impresión que hay es que ni siquiera el alto gobierno sabe qué diablos sucede al interior de la empresa, en sus distintos niveles. El desgreño administrativo es tal que se ha convertido en un paraíso de ladrones y avivados. Los últimos balances financieros son de hace un año (junio 30 de 2009), y no son confiables.
Un país con un PIB en contracción (-3,3% en 2009 y –5,8% en el primer trimestre de 2010), con una de las inflaciones más altas del planeta (más de 30% anual), con un sector financiero casi totalmente colapsado, con una moneda que se desvaloriza a grandes pasos, con unas exportaciones en descenso, con unas importaciones en ascenso y que no llegan al destinatario final, y con unas reservas internacionales del Banco Central de Venezuela (BCV) decrecientes, ese país no es propiamente el lugar ideal para comprometer capital.
Sólo un lunático invertiría ahí, o le otorgaría crédito a un gobierno que debe más de US$120.000 millones por concepto de deuda interna, deuda externa y otros compromisos ya adquiridos. A un gobierno que sin cálculo alguno aumenta los salarios de una creciente e improductiva burocracia oficial.
Hugo Chávez tiene toda la razón cuando señala: “Tenemos problemas económicos… ¿quién no los tiene hoy?”. Claro que todos los países los han tenido, los tienen y los tendrán, algunos más graves que otros. Pero el caso de Venezuela es realmente lastimoso.
Es el país más rico del Continente en recursos naturales y por lejos, el mayor exportador per cápita de petróleo y sus derivados. Hasta hace poco, fue un productor y exportador de productos petroquímicos, de acero y de aluminio de importancia mundial. De esto último queda poco. Y del petróleo, quedará cada vez menos.
Hugo Chávez no tiene la menor idea de economía ni de administración. Se ha rodeado de una serie de personajes que tampoco la tienen. Todos ellos se han dedicado a destruir la base productiva de su país. No se percatan de que destruir es fácil, pero que crear riqueza y construir país, es monumental tarea.
Las empresas que ya eran del gobierno antes de la llegada de Chávez tampoco funcionan adecuadamente. El caso más dramático es el de PDVSA. Distintos indicios muestran un deterioro en sus instalaciones, una disminución gradual de su producción tanto de crudo como de refinados, un creciente endeudamiento, y una drástica disminución de la transferencia de excedentes hacía el resto de la economía.
Nadie le presta a PDVSA, excepto con la pignoración de exportaciones futuras. La impresión que hay es que ni siquiera el alto gobierno sabe qué diablos sucede al interior de la empresa, en sus distintos niveles. El desgreño administrativo es tal que se ha convertido en un paraíso de ladrones y avivados. Los últimos balances financieros son de hace un año (junio 30 de 2009), y no son confiables.
Un país con un PIB en contracción (-3,3% en 2009 y –5,8% en el primer trimestre de 2010), con una de las inflaciones más altas del planeta (más de 30% anual), con un sector financiero casi totalmente colapsado, con una moneda que se desvaloriza a grandes pasos, con unas exportaciones en descenso, con unas importaciones en ascenso y que no llegan al destinatario final, y con unas reservas internacionales del Banco Central de Venezuela (BCV) decrecientes, ese país no es propiamente el lugar ideal para comprometer capital.
Sólo un lunático invertiría ahí, o le otorgaría crédito a un gobierno que debe más de US$120.000 millones por concepto de deuda interna, deuda externa y otros compromisos ya adquiridos. A un gobierno que sin cálculo alguno aumenta los salarios de una creciente e improductiva burocracia oficial.
Hugo Chávez tiene toda la razón cuando señala: “Tenemos problemas económicos… ¿quién no los tiene hoy?”. Claro que todos los países los han tenido, los tienen y los tendrán, algunos más graves que otros. Pero el caso de Venezuela es realmente lastimoso.
Es el país más rico del Continente en recursos naturales y por lejos, el mayor exportador per cápita de petróleo y sus derivados. Hasta hace poco, fue un productor y exportador de productos petroquímicos, de acero y de aluminio de importancia mundial. De esto último queda poco. Y del petróleo, quedará cada vez menos.
Hugo Chávez no tiene la menor idea de economía ni de administración. Se ha rodeado de una serie de personajes que tampoco la tienen. Todos ellos se han dedicado a destruir la base productiva de su país. No se percatan de que destruir es fácil, pero que crear riqueza y construir país, es monumental tarea.