Es una gallina cada vez más raquítica. El gobierno y los ecuatorianos en general se obnubilaron con los huevos y abandonaron a la gallina.
El caso del gobierno de Ecuador con el petróleo es un muestra patética de pobreza mental. Ese país experimentó una bonanza o bonancita petrolera en la década pasada cuando logró alcanzar una producción promedio superior a los 520.000 barriles diarios durante 2004-2007 y luego gracias al aumento de los precios internacionales del crudo, especialmente durante 2006-2008.
Pues bien, esa bonanza o bonancita desquició a los ecuatorianos. Se sintieron “nuevos ricos”. En lugar de pensar en cómo consolidar la riqueza recién adquirida con nueva inversión en exploración y explotación, en cómo atraer nuevos protagonistas de la industria petrolera y en cómo entusiasmar a los que allí ya estaban, lo que hicieron fue exactamente lo opuesto.
Les cambiaron las reglas del juego a los operadores privados, para extraerles más tributos. Los persiguieron, expropiaron y demandaron. En otras palabras, los ahuyentaron.
El resultado está a la vista. La tendencia de la producción es declinante. En 2008 fue de 505.000 barriles diarios, en 2009 de 486.000 barriles diarios y en 2010 terminará por debajo de 570.000 barriles diarios. Nada permite augurar que esta declinante tendencia se detendrá.
Pero esa no es la historia importante. Ecuador tiene condiciones más favorables que Colombia para producir petróleo y producía más que su vecino del norte a mediados de la década pasada. Dentro de un año producirá la mitad de lo que produce Colombia.
Sin inversión de la grande y sin tecnología de punta, con un Petroecuador politizado y burocratizado, Ecuador ha dejado escapar la oportunidad de producir más petróleo, lo que le permitiría posicionarse como uno de los países económicamente más sólidos de la región. Exactamente al revés de lo que actualmente sucede en Colombia.
Recientemente el gobierno del “economista” Rafael Correa cambió nuevamente las reglas del juego para las compañías privadas, pero no para bien sino para mal. Las nuevas reglas hacen hacen aún menos atractiva la inversión de riesgo.
Si a lo anterior se agrega la hostilidad permanente del gobierno y de buena parte de la clase política contra las petroleras, así como el hecho de que la nueva Constitución no permite el arbitraje internacional para la resolución de conflictos, Ecuador podrá despedirse por completo del aporte de la inversión extranjera en el desarrollo de su sector petrolero.
En Colombia, para el desarrollo de su sector petrolero se ha contado con una amplia participación extranjera, lo que, a su vez, gracias a la creciente actividad y producción ha fortalecido significativamente a la estatal Ecopetrol. Esta empresa dispone actualmente del suficiente músculo financiero para asumir mayores responsabilidades en su país y para participar en proyectos en el exterior. Cotiza en las bolsas de valores, se ha convertido en protagonista regional, y es socio buscado por otros protagonistas.
Petroecuador, por el contrario, no solamente es un problemático socio, sino que además su futuro está comprometido con las perspectivas poco promisorias del sector petrolero ecuatoriano y por el desangre de recursos que le hace el gobierno para cubrir su hueco fiscal.
Lo que ha sucedido con el sector petrolero ecuatoriano ilustra la mentalidad del pobre que cree que se ganó la lotería porque se encontró unos huevos de oro, sin deparar en la gallina que los puso. No se da por enterado que lo importante es alimentar y cuidar a la gallina para lograr no solamente la multiplicación de los huevos de oro, sino también de las crías que los producen. Con esta mentalidad, a duras penas para administrar una huevería, pero no el gallinero.
Pues bien, esa bonanza o bonancita desquició a los ecuatorianos. Se sintieron “nuevos ricos”. En lugar de pensar en cómo consolidar la riqueza recién adquirida con nueva inversión en exploración y explotación, en cómo atraer nuevos protagonistas de la industria petrolera y en cómo entusiasmar a los que allí ya estaban, lo que hicieron fue exactamente lo opuesto.
Les cambiaron las reglas del juego a los operadores privados, para extraerles más tributos. Los persiguieron, expropiaron y demandaron. En otras palabras, los ahuyentaron.
El resultado está a la vista. La tendencia de la producción es declinante. En 2008 fue de 505.000 barriles diarios, en 2009 de 486.000 barriles diarios y en 2010 terminará por debajo de 570.000 barriles diarios. Nada permite augurar que esta declinante tendencia se detendrá.
Pero esa no es la historia importante. Ecuador tiene condiciones más favorables que Colombia para producir petróleo y producía más que su vecino del norte a mediados de la década pasada. Dentro de un año producirá la mitad de lo que produce Colombia.
Sin inversión de la grande y sin tecnología de punta, con un Petroecuador politizado y burocratizado, Ecuador ha dejado escapar la oportunidad de producir más petróleo, lo que le permitiría posicionarse como uno de los países económicamente más sólidos de la región. Exactamente al revés de lo que actualmente sucede en Colombia.
Recientemente el gobierno del “economista” Rafael Correa cambió nuevamente las reglas del juego para las compañías privadas, pero no para bien sino para mal. Las nuevas reglas hacen hacen aún menos atractiva la inversión de riesgo.
Si a lo anterior se agrega la hostilidad permanente del gobierno y de buena parte de la clase política contra las petroleras, así como el hecho de que la nueva Constitución no permite el arbitraje internacional para la resolución de conflictos, Ecuador podrá despedirse por completo del aporte de la inversión extranjera en el desarrollo de su sector petrolero.
En Colombia, para el desarrollo de su sector petrolero se ha contado con una amplia participación extranjera, lo que, a su vez, gracias a la creciente actividad y producción ha fortalecido significativamente a la estatal Ecopetrol. Esta empresa dispone actualmente del suficiente músculo financiero para asumir mayores responsabilidades en su país y para participar en proyectos en el exterior. Cotiza en las bolsas de valores, se ha convertido en protagonista regional, y es socio buscado por otros protagonistas.
Petroecuador, por el contrario, no solamente es un problemático socio, sino que además su futuro está comprometido con las perspectivas poco promisorias del sector petrolero ecuatoriano y por el desangre de recursos que le hace el gobierno para cubrir su hueco fiscal.
Lo que ha sucedido con el sector petrolero ecuatoriano ilustra la mentalidad del pobre que cree que se ganó la lotería porque se encontró unos huevos de oro, sin deparar en la gallina que los puso. No se da por enterado que lo importante es alimentar y cuidar a la gallina para lograr no solamente la multiplicación de los huevos de oro, sino también de las crías que los producen. Con esta mentalidad, a duras penas para administrar una huevería, pero no el gallinero.