Mientras el gobierno de Hugo Chávez atornilla el control de cambios para racionar los cada vez más escasos dólares oficiales.
Detrás de toda rígida ley del control de cambios se esconde, por lo general, una ineludible realidad: La falta de dólares (o divisas) para importar lo básico.
En el caso de Venezuela se agrega que las importaciones que hace el gobierno no solamente son insuficientes sino que no llegan al destinatario final. Muchas, las de productos perecederos, sencillamente se han descompuesto en puertos y barcos. Otras se compraron descompuestas. Pero fuera de eso, la robadera en los mercados del gobierno está desbordada. Allí, no hay el más mínimo control de inventarios.
Nada funciona actualmente en Venezuela. El sector público porque es ineficiente, porque se ha atragantado de burocracia y funciones, y porque la corrupción es ahora peor que antes. El sector privado porque el sector público no solamente no lo deja operar con la imposición de restricciones de todo tipo, sino que hay el propósito oficial de destruirlo.
Con un petróleo cuyos precios internacionales no repuntan del todo, con una PDVSA cada vez menos productora y exportadora, con una economía sin producción interna, con unos compromisos internacionales no atendidos de inversión conjunta en proyectos petroleros, con unas indemnizaciones no pagadas por cuenta de innumerables nacionalizaciones y expropiaciones, con las exportaciones de acero y aluminio paralizadas por desidia administrativa y falta de energía eléctrica, con unas importaciones ya realizadas pero no pagadas, con unas reservas internacionales en descenso, y con cuantiosas exportaciones futuras ya pignoradas, Venezuela no ha logrado superar la crisis cambiaria que se gestó en 2008-2009 y que se oficializó con la devaluación de comienzos de 2010.
La evidencia más dramática de la escasez de dólares (o divisas) es que en los mercados internacionales no compran deuda externa del gobierno venezolano o de PDVSA, sino con un importante descuento. Por otro lado, cualquier colocación de bonos soberanos sería con una muy alta tasa de interés, y eso sólo si se consiguen compradores.
Los mercados internacionales ya saben que con Venezuela todo debe ser de contado. Lo demás es un riesgo demasiado alto. Se trata de un gobierno dictatorial, arbitrario, agresor, que modifica las reglas de juego prácticamente todos los días, donde no existe la independencia de los poderes legislativo y judicial frente al poder ejecutivo.
Entonces, en medio de esta crónica escasez de dólares, de la cual hace parte integral un sistema de control de cambios con 3 tasas oficiales y que nunca ha acabado de reglamentarse, el dólar paralelo o negro llegaba, a mediados de junio de 2010, a 10,17 bolívares, el doble de la tasa oficial más alta.
En el caso de Venezuela se agrega que las importaciones que hace el gobierno no solamente son insuficientes sino que no llegan al destinatario final. Muchas, las de productos perecederos, sencillamente se han descompuesto en puertos y barcos. Otras se compraron descompuestas. Pero fuera de eso, la robadera en los mercados del gobierno está desbordada. Allí, no hay el más mínimo control de inventarios.
Nada funciona actualmente en Venezuela. El sector público porque es ineficiente, porque se ha atragantado de burocracia y funciones, y porque la corrupción es ahora peor que antes. El sector privado porque el sector público no solamente no lo deja operar con la imposición de restricciones de todo tipo, sino que hay el propósito oficial de destruirlo.
Con un petróleo cuyos precios internacionales no repuntan del todo, con una PDVSA cada vez menos productora y exportadora, con una economía sin producción interna, con unos compromisos internacionales no atendidos de inversión conjunta en proyectos petroleros, con unas indemnizaciones no pagadas por cuenta de innumerables nacionalizaciones y expropiaciones, con las exportaciones de acero y aluminio paralizadas por desidia administrativa y falta de energía eléctrica, con unas importaciones ya realizadas pero no pagadas, con unas reservas internacionales en descenso, y con cuantiosas exportaciones futuras ya pignoradas, Venezuela no ha logrado superar la crisis cambiaria que se gestó en 2008-2009 y que se oficializó con la devaluación de comienzos de 2010.
La evidencia más dramática de la escasez de dólares (o divisas) es que en los mercados internacionales no compran deuda externa del gobierno venezolano o de PDVSA, sino con un importante descuento. Por otro lado, cualquier colocación de bonos soberanos sería con una muy alta tasa de interés, y eso sólo si se consiguen compradores.
Los mercados internacionales ya saben que con Venezuela todo debe ser de contado. Lo demás es un riesgo demasiado alto. Se trata de un gobierno dictatorial, arbitrario, agresor, que modifica las reglas de juego prácticamente todos los días, donde no existe la independencia de los poderes legislativo y judicial frente al poder ejecutivo.
Entonces, en medio de esta crónica escasez de dólares, de la cual hace parte integral un sistema de control de cambios con 3 tasas oficiales y que nunca ha acabado de reglamentarse, el dólar paralelo o negro llegaba, a mediados de junio de 2010, a 10,17 bolívares, el doble de la tasa oficial más alta.