Esta es la pregunta que Hugo Chávez y su gobierno nunca responderán. Pero se sabe que desde allí operan varios de ellos.

 

De tiempo atrás cuentan con la protección del gobierno venezolano. Negocian armas desde ese territorio. Reciben atención médica allí. El hecho de que el gobierno venezolano haya sido recientemente más cuidadoso en esconder su apoyo a los cabecillas de las FARC, no quiere decir que ese apoyo no exista.

Este cuento también se aplica a Ecuador. El Presidente Rafael Correa nunca ha aceptado que las FARC tenían en ese país (y probablemente todavía tienen) campamentos protegidos por su gobierno. Se queja de que Colombia finalmente, después de varios años, haya resuelto incursionar brevemente en la frontera para deshacerse de alias Raúl Reyes, uno de los culpables principales del terrorismo que sufrió el país en las últimas décadas, con un prontuario criminal infinito. Dicho personaje operó desde Ecuador contra Colombia por no se sabe cuántos años, sin que las autoridades de ese país hubieran levantado un dedo para evitar que ellos sucediera.

Colombia tiene todo el derecho a quejarse por el apoyo de gobiernos vecinos a grupos como las FARC. Y eventualmente tiene derecho a defenderse si desde detrás de las fronteras se ataca al país y se planean los actos terroristas. Deja un pésimo sabor que cada vez que el gobierno de Colombia se queja ante sus pares de Venezuela y Ecuador, estos pegan el grito al cielo, les da “pataleta”, y amenazan con cerrar fronteras, destruir el comercio del cual viven numerosas familias en ambos lados, e incluso nacionalizar empresas colombianas. Reaccionan con una indignación similar a la de los tramposos cuando sus trampas quedan al descubierto.