En su fracasada gira internacional por Asia después de la paliza electoral que recibió, Obama manifestó que “es saludable” la pérdida de influencia de Estados Unidos.
Nada concreto salió de su gira. Asistió a la reunión del Grupo de los 20 (G20), en donde intentó ejercer algún liderazgo, pero sin mayores resultados. Su propuesta de que los demás países del planeta acompañen a Estados Unidos en políticas fiscales expansivas, fue abiertamente rechazada. Un nuevo intento de convencer al gobierno de China para que revalúe el yuan no produjo ningún movimiento por parte de la dirigencia de ese país.
Por otro lado, en su gira no avanzó sino que retrocedió en las negociaciones del TLC con Corea del Sur. Es más, este fracaso podría atrasar aún más la aprobación final de los TLC con Colombia y Panamá. No hay que olvidar que Obama resolvió que el de Corea fuera el primer TLC que llevaría al Congreso para ratificación, de los tres que dejó firmados su antecesor George W. Bush.
En el caso del TLC con Colombia, sólo queda reírse de un gobierno que entre más transcurre el tiempo menos se decide en un sentido o en el otro. El embajador de Colombia en Washington Gabriel Silva dijo hace poco que con la no aprobación del acuerdo “son ellos los que se lo pierden”. Y efectivamente tiene razón el Embajador. Por ejemplo, las importaciones totales de Colombia en lo que va corrido de 2010 a septiembre crecieron en 21,8%, en tanto que las provenientes de Estados Unidos sólo lo hicieron en 11,5%, no obstante la debilidad del dólar frente al peso.
Otras iniciativas de liderazgo internacional por parte de Obama están igualmente en el limbo. Tal es el caso de su esfuerzo de mediación para alcanzar un acuerdo de paz en el Medio Oriente, y de su intento para persuadir a Irán por las buenas de que abandone su programa de energía nuclear.
Obama se precia de la buena amistad que ha logrado desarrollar con distintos líderes mundiales. Pero no dice que muchos de ellos ya no lo toman muy en serio en los temas importantes. En unas declaraciones durante su gira señaló que “Vemos ahora una situación en la cual hay un grupo de países que lo están haciendo bien, que se están encontrando consigo mismos y que, por lo tanto, lo natural es que hagan sentir su mayor influencia”. Eso está bien que suceda, pero no como resultado de la debilidad de su país.
Indica el diario Washington Times que por alguna inexplicable razón a Obama no le quita el sueño la decadencia de Estados Unidos. Que considera que su país ejerce una excesiva su influencia en el planeta.
O sea que bajo la batuta de Obama, la primera potencia del mundo ha hecho saber a los cuatro vientos que se siente incómoda con serlo. Que prefiere ser un país querido en lugar de temido. En los años 70 pretendió ser querido y no temido, y terminó humillado. Maquiavelo hubiera soltado estruendosas carcajadas frente a esta mentalidad perdedora.
Por otro lado, en su gira no avanzó sino que retrocedió en las negociaciones del TLC con Corea del Sur. Es más, este fracaso podría atrasar aún más la aprobación final de los TLC con Colombia y Panamá. No hay que olvidar que Obama resolvió que el de Corea fuera el primer TLC que llevaría al Congreso para ratificación, de los tres que dejó firmados su antecesor George W. Bush.
En el caso del TLC con Colombia, sólo queda reírse de un gobierno que entre más transcurre el tiempo menos se decide en un sentido o en el otro. El embajador de Colombia en Washington Gabriel Silva dijo hace poco que con la no aprobación del acuerdo “son ellos los que se lo pierden”. Y efectivamente tiene razón el Embajador. Por ejemplo, las importaciones totales de Colombia en lo que va corrido de 2010 a septiembre crecieron en 21,8%, en tanto que las provenientes de Estados Unidos sólo lo hicieron en 11,5%, no obstante la debilidad del dólar frente al peso.
Otras iniciativas de liderazgo internacional por parte de Obama están igualmente en el limbo. Tal es el caso de su esfuerzo de mediación para alcanzar un acuerdo de paz en el Medio Oriente, y de su intento para persuadir a Irán por las buenas de que abandone su programa de energía nuclear.
Obama se precia de la buena amistad que ha logrado desarrollar con distintos líderes mundiales. Pero no dice que muchos de ellos ya no lo toman muy en serio en los temas importantes. En unas declaraciones durante su gira señaló que “Vemos ahora una situación en la cual hay un grupo de países que lo están haciendo bien, que se están encontrando consigo mismos y que, por lo tanto, lo natural es que hagan sentir su mayor influencia”. Eso está bien que suceda, pero no como resultado de la debilidad de su país.
Indica el diario Washington Times que por alguna inexplicable razón a Obama no le quita el sueño la decadencia de Estados Unidos. Que considera que su país ejerce una excesiva su influencia en el planeta.
O sea que bajo la batuta de Obama, la primera potencia del mundo ha hecho saber a los cuatro vientos que se siente incómoda con serlo. Que prefiere ser un país querido en lugar de temido. En los años 70 pretendió ser querido y no temido, y terminó humillado. Maquiavelo hubiera soltado estruendosas carcajadas frente a esta mentalidad perdedora.