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Hay en Colombia periodistas y políticos que creen que el Presidente no debe defender su gestión de gobierno durante una campaña presidencial.
 
En Colombia existe la prohibición de que el Presidente "intervenga" en política. En el resto de las democracias del mundo no existe esa prohibición. Es vista como un contrasentido. En Colombia no solamente existe, sino que se la interpreta en forma absurda.

En Estados Unidos, por ejemplo, el Presidente Barack Obama hace campaña por los candidatos de su partido, el Partido Demócrata. Vuela en el avión presidencial a echar discursos a favor de esos candidatos. Dicta conferencias para recolectar fondos para su partido y para los candidatos de su preferencia. No hay ningún misterio al respecto.

También allá y en los demás países no hay ningún problema en que el Presidente de turno apoye abiertamente al candidato de su partido político que busca sucederlo.

Pero en Colombia muchos periodistas y políticos de la oposición se "indignan" porque el Presidente Uribe da señales de una obvia preferencia entre los distintos candidatos presidenciales. Aparentemente, según la absurda legislación colombiana, esas señales han de ser subliminales para evitar sanciones.
 
Pero ahí no termina el cuento. Esos periodistas y políticos despotrican contra Uribe. Y en la actual campaña presidencial, como suele suceder en todas las campañas, sí que han despotricado. Al tiempo que lo hacen, se rasgan las vestiduras porque el Presidente se defiende de esas acérrimas críticas, en lo que está en todo su derecho.

Si Uribe, después de ocho años de gobierno, estuviera desprestigiado, a nadie le importaría. Pero sale con un alto prestigio. Su opinión cuenta. Y los electores tienen todo el derecho de conocer su opinión. Pero esos periodistas y políticos opositores quieren coartarle a los colombianos la libertad de conocer la contrarréplica presidencial a las críticas que ellos hacen. Pretenden que los electores acudan a las urnas con el veneno de sus críticas y sin conocer la otra cara de la moneda.