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El título de esa canción de Phil Collins se aplica al gobierno de Juan Manuel Santos. Al cumplirse sus primeros dos años luce extraviado.
 
Es extraño lo que le ha sucedido al gobierno. Logró la “unidad nacional”. O sea un gobierno sin casi oposición. Supuestamente carta blanca para hacer todo lo que se había propuesto. Escogió un lema muy ambicioso: “prosperidad para todos”. Seleccionó unas locomotoras que impulsarían el crecimiento económico y la generación de empleo en Colombia: agricultura, vivienda, minería, infraestructura de transporte y unos nuevos sectores basados en la innovación. Y anunció unas reformas en otras áreas como justicia, educación, salud, y en el frente fiscal. La idea era crear las condiciones para alcanzar tasas anuales de aumento del PIB superiores a 6%.

La reforma a la educación fue tal vez la primera en hundirse. Las reformas en el frente fiscal fueron reformitas y no se sabe en qué consiste una anunciada gran reforma tributaria cuyo debate todavía ni siquiera se ha iniciado. La reforma a la justicia tuvo un calamitoso desenlace. En la salud reina el despelote. La agricultura, se asemeja mas a un vagón que a una locomotora. La minería (incluido el petróleo) está afectada por una creciente inseguridad, por problemas en la aprobación de permisos ambientales y por un cambio desfavorable en las reglas de juego tributarias. Los ambiciosos planes de inversión en la infraestructura de transporte no despegan de todo. Y todavía se desconocen cuáles son los nuevos sectores basados en la innovación que actuarán como impulsadores del desarrollo.  

Quizás lo único que se salva es la vivienda, pero aun en este frente hay indicios de una significativa desaceleración en las aprobaciones de licencias y una cierta perplejidad con el anuncio de un programa de entrega de viviendas gratis que ha probado ser un fracaso en aquellos países donde se ha implementado.

¿Y en el campo de la seguridad? Como se dice por ahí, no es solo cuestión de serlo sino de parecerlo. Desde que Santos resolvió coquetearle a un proceso de paz con las Farc prevalece una sensación de que lo de la seguridad se le está saliendo de las manos. El gobierno publica estadísticas con las cuales intenta demostrar lo contrario. Pero no es convincente del todo. Hay desasosiego en muchas regiones del país. Y para colmo, hizo que el Congreso aprobara un ominoso “marco jurídico para la paz” que establece ni mas ni menos que los crímenes atroces pueden perdonarse si los culpables son miembros activos de una organización terrorista.

Lo anterior no es para desconocerle a Santos sus logros, como por ejemplo en el campo del comercio exterior. Y seguramente habrá otros que no han sido mayormente publicitados. Sin embargo, algunos comentaristas, quizás con razón, señalan que este gobierno es uno sin grandes banderas. Que si a alguien le preguntaran qué es lo que mejor distingue al gobierno de Santos, no se le vendría a la mente una respuesta.

Hasta ahora este gobierno ha contado con vientos a favor. Una economía global con altos precios internacionales de los productos básicos de exportación como petróleo, carbón, oro y algunos de origen agropecuario. Es decir, lo que los economistas llaman términos de intercambio favorables. Eso ha proporcionado recursos fiscales y estímulos al consumo interno. Pero, ¡ojo! Las proyecciones de la economía global son pesimistas y auguran descensos en esos precios internacionales y posiblemente un período de desinterés de la inversión extranjera dirigida a países emergentes y específicamente a la explotación de recursos naturales y materias primas.

Todas las economía emergentes están actualmente en proceso de desaceleración. Una de las estrellas del firmamento, Brasil, tendrá un crecimiento del PIB inferior a 2% en este año. De la economía de China lo poco que se sabe (no hay estadísticas confiables) es que ha perdido su anterior dinamismo. Igual que otros países de Asia y América Latina.

La economía colombiana también se está desacelerando. De crecimientos cercanos a 6% se está actualmente en uno que si sobrepasa 4% es como para darle gracias a la providencia. Se ve cada vez mas lejana la meta aquella de comienzos del gobierno de Santos de alcanzar aumentos sostenidos del PIB superiores a 6%.

Entonces, ¿dónde quedará aquello de la “prosperidad para todos”? Con un menor crecimiento se detendrá la actual tendencia de caída en el desempleo. El creciente desánimo de la economía global con su impacto negativo sobre los precios de los productos de exportación se traducirá en una situación fiscal mas apretada. Se llegará a esa situación sin contar con recursos públicos extraordinarios como hubieran sido, por ejemplo, los provenientes de la venta de un porcentaje accionario de Ecopetrol, una iniciativa prometida en campaña, anunciada a comienzos del gobierno e inexplicablemente archivada.

El caso de la marcha atrás en la venta de un porcentaje accionario de Ecopetrol ilustra la falta de claridad en las prioridades del gobierno de Santos. Tenía servido en bandeja la oportunidad de hacerse a una muy importante cantidad de recursos públicos, cerca de US$9.000 millones, en medio de una coyuntura de altos precios internacionales del petróleo. La idea ya se había debatido en la campaña presidencial y la opinión pública se había manifestado a favor. Con parte de esos recursos se hubiera garantizado la financiación de las grandes obras viales que el país necesita. Pero pasó el tiempo y se llegó a un punto en el que los precios internacionales han caído y en el que el interés de posibles inversionistas ya no es el mismo.

En cambio, en lugar de la búsqueda objetivos concretos y próximos, el gobierno gastó pólvora en unos gallinazos como la reforma a la educación, la reforma a la justicia, el marco jurídico para la paz, y otras iniciativas por el estilo.

¿Falta de foco? ¿Inadecuado entrelace de medios y fines? ¿O será todavía prematuro llegar a este tipo de conclusiones cuando falta la mitad del período presidencial? Es de esperar que sea esto último. Pero la verdad sea dicha, en este particular momento no se ve que haya un capitán al mando del barco con la mirada puesta en tierra firme.   
 
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