Aquellos que dicen que Colombia está aislada del mundo. Aquellos que buscan la intermediación de Brasil en el conflicto con Venezuela.
El Presidente electo de Colombia Juan Manuel Santos se habrá reunido, antes de su posesión, con los mandatarios de Inglaterra, Alemania, Francia, España, México, Costa Rica, Panamá, Chile, Argentina y Perú. Podría haberse reunido con muchos más si hubiera dispuesto de más tiempo.
Colombia tiene las puertas abiertas y toda clase de tratados internacionales con la gran mayoría de los países del planeta. Recientemente firmó acuerdos comerciales con Canadá y la Unión Europea. Sus relaciones comerciales y de inversión con países de Asia, incluidos China e India, han ido en aumento. La inversión extranjera que recibe es una de las más altas en las economías emergentes. Su acceso a todas las fuentes de financiamiento externo es prácticamente ilimitada. Son admirados sus logros en la lucha contra el narcotráfico.
¿De dónde, entonces, surgen las afirmaciones de algunos “estadistas” columnistas que sostienen que el Presidente Álvaro Uribe entrega a un país aislado internacionalmente?
Es cierto que Colombia ha recibido frecuentes ataques de los países adscritos a esa organización de bolsillo de Chávez que se llama ALBA. Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador son los principales amigos del gobierno de Venezuela en la región (y algunas pequeñas islas del Caribe). Con la excepción de Ecuador, ninguno tiene, ni tuvo en el pasado, relaciones comerciales o de inversión con Colombia de alguna significación, pero si han recibido toda clase de subsidios y regalos de parte del manirroto gobierno de Chávez.
Los otros aliados de Chávez en la región son Argentina y Brasil, los cuales se han aprovechado de esa relación para obtener, de una ingenua y económicamente postrada Venezuela, toda clase de beneficios comerciales. Pero aunque en ambos países hay permanentes saludos a la bandera venezolana, sus gobiernos se han cuidado de apartarse del cauce del mutuo respeto en sus relaciones con Colombia, un país que cada vez brilla más como punto de referencia económico, político y militar dentro de la región.
Algunos “estadistas” columnistas piden ahora que Brasil sirva de intermediario para limar asperezas entre Colombia y Venezuela. Sin embargo, el Canciller de Brasil Celso Amorin pertenece a esa izquierda que simpatiza con grupos como las FARC. Su balanza se inclina claramente a favor de Venezuela.
Pero, además, uno de los objetivos de la diplomacia brasileña siempre fue el de reemplazar a Colombia en el mercado venezolano, lo cual logró finalmente gracias al capricho de Chávez y a su menosprecio por el interés económico de su país. La Venezuela de Chávez destruyó a la Comunidad Andina para reemplazarla supuestamente por un más lejano Mercosur. Y resulta que hasta ahora se ha quedado sin el pan y sin el queso. Sin Comunidad Andina y con un ingreso a Mercosur que todavía no se materializa.
Sin mayor aspaviento, Colombia y Brasil han intensificado últimamente sus relaciones comerciales, así como sus lazos de cooperación en temas fronterizos y en los relacionados con la lucha contra el narcotráfico. No hay necesidad de enredar lo que es una relación fluida, con una mediación problemática donde se mezclan intereses comerciales antagónicos y un personaje impredecible y conflictivo como Hugo Chávez.
Colombia tiene las puertas abiertas y toda clase de tratados internacionales con la gran mayoría de los países del planeta. Recientemente firmó acuerdos comerciales con Canadá y la Unión Europea. Sus relaciones comerciales y de inversión con países de Asia, incluidos China e India, han ido en aumento. La inversión extranjera que recibe es una de las más altas en las economías emergentes. Su acceso a todas las fuentes de financiamiento externo es prácticamente ilimitada. Son admirados sus logros en la lucha contra el narcotráfico.
¿De dónde, entonces, surgen las afirmaciones de algunos “estadistas” columnistas que sostienen que el Presidente Álvaro Uribe entrega a un país aislado internacionalmente?
Es cierto que Colombia ha recibido frecuentes ataques de los países adscritos a esa organización de bolsillo de Chávez que se llama ALBA. Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador son los principales amigos del gobierno de Venezuela en la región (y algunas pequeñas islas del Caribe). Con la excepción de Ecuador, ninguno tiene, ni tuvo en el pasado, relaciones comerciales o de inversión con Colombia de alguna significación, pero si han recibido toda clase de subsidios y regalos de parte del manirroto gobierno de Chávez.
Los otros aliados de Chávez en la región son Argentina y Brasil, los cuales se han aprovechado de esa relación para obtener, de una ingenua y económicamente postrada Venezuela, toda clase de beneficios comerciales. Pero aunque en ambos países hay permanentes saludos a la bandera venezolana, sus gobiernos se han cuidado de apartarse del cauce del mutuo respeto en sus relaciones con Colombia, un país que cada vez brilla más como punto de referencia económico, político y militar dentro de la región.
Algunos “estadistas” columnistas piden ahora que Brasil sirva de intermediario para limar asperezas entre Colombia y Venezuela. Sin embargo, el Canciller de Brasil Celso Amorin pertenece a esa izquierda que simpatiza con grupos como las FARC. Su balanza se inclina claramente a favor de Venezuela.
Pero, además, uno de los objetivos de la diplomacia brasileña siempre fue el de reemplazar a Colombia en el mercado venezolano, lo cual logró finalmente gracias al capricho de Chávez y a su menosprecio por el interés económico de su país. La Venezuela de Chávez destruyó a la Comunidad Andina para reemplazarla supuestamente por un más lejano Mercosur. Y resulta que hasta ahora se ha quedado sin el pan y sin el queso. Sin Comunidad Andina y con un ingreso a Mercosur que todavía no se materializa.
Sin mayor aspaviento, Colombia y Brasil han intensificado últimamente sus relaciones comerciales, así como sus lazos de cooperación en temas fronterizos y en los relacionados con la lucha contra el narcotráfico. No hay necesidad de enredar lo que es una relación fluida, con una mediación problemática donde se mezclan intereses comerciales antagónicos y un personaje impredecible y conflictivo como Hugo Chávez.