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Según el columnista de El Tiempo y director de Nuevo Arco Iris, las FARC cambiaron de operatividad y la fuerza pública no podrá asestarle los golpes de antes.
 
Valencia indicó que después del golpe que representó la muerte de alias Mono Jojoy, el secretariado de las FARC resolvió dividir sus fuerzas en pequeños grupos, no más de doce personas, evitando la construcción de grandes campamentos y la concentración de tropas. Agregó que las FARC ahora apelan al minado intensivo del territorio.

Todo esto para concluir que “la guerra está viva con nuevas modalidades”, y que Colombia “no se ilusione con que puede destruir a las FARC”. Y concluye Valencia: “Esta guerra hay que terminarla bien. Hay que ofrecer una salida negociada”.

Valencia no indica cómo sería aquello de la “salida negociada” con un grupo narcoterrorista como ese. Pero además, no entra en detalle sobre las razones por las cuales pequeños y atomizados grupos de guerrilleros serían más eficaces que grandes grupos fuertemente armados con capacidad de tomarse pueblos enteros y de asaltar exitosamente guarniciones de policía y militares, tal como fuera el caso durante décadas.
 
En realidad, el cambio de estrategia de las FARC es una clara señal de que ha continuado el proceso de degradación de su capacidad militar, un proceso que ya lleva varios años. Pequeños y atomizados grupos pueden hacer un limitado daño en las regiones donde operan, nadie lo niega, pero no constituyen una amenaza desde el punto de vista del objetivo de controlar zonas importantes de territorio poblado.

Es posible, como lo anota Valencia, que no sea tan fácil dar con el paradero de algunos de estos grupos, especialmente en áreas de difícil acceso. Pero el control territorial y sobre la población de estas células se verá considerablemente mermado, precisamente por la falta de efectivos.

Es más, la atomización de sus fuerzas va a agudizar los problemas de control de los jefes de las FARC sobre sus subordinados, problemas estos que han ido en aumento en los últimos tiempos. Con el nuevo esquema, será más difícil de implementar la disciplina para perros que ha distinguido a esta organización y que ha impedido que la deserción sea mayor de la que se ha dado.

¿Por qué el afán de Valencia en demostrar que los fuertes golpes asestados a las FARC en épocas recientes no incidirán mayormente sobre su capacidad operativa? ¿Por qué su empeño en demostrar que la política de seguridad democrática del gobierno de Álvaro Uribe no fue tan exitosa como lo percibe la gran mayoría de los colombianos? La verdad, sólo Valencia puede responder a estos interrogantes. Y si lo hace algún día, ojalá sea desprevenidamente, con todas las cartas sobre la mesa.