En enero de 2015 las exportaciones de bienes de Colombia cayeron 40,2% en relación con el mismo mes del año inmediatamente anterior.
Este desempeño negativo es apenas la punta del iceberg de la crisis que se le avecina a Colombia por la contracción del sector externo de su economía, ocasionada primordialmente por el abrupto descenso de los precios internacionales de sus dos principales productos de exportación, el petróleo y el carbón, así como por la desaceleración de las economías del vecindario que son importantes mercados para sus exportaciones no tradicionales.
En efecto, en enero el valor de las exportaciones de petróleo y sus derivados se redujo en 60,7% y el de las de carbón en 32,6%. A su vez, las exportaciones de oro, hasta no hace mucho el tercer renglón en valor y que llevan ya varios meses en caída libre, disminuyeron 20,2%.
La excepción entre las exportaciones tradicionales fueron las de café que crecieron 102,7% por el impacto de un mayor volumen y de mas altos precios internacionales. Por otro lado, las de ferroníquel aumentaron 2,6%.
Las exportaciones no tradicionales se contrajeron 15,4%, lo que agrega al panorama sombrío que se vislumbra actualmente en el sector externo. La explicación de este comportamiento no hay que buscarla lejos. Las exportaciones con destino a países de América Latina cayeron 19,1%. El descenso de aquellas con destino a Venezuela fue patético: –68,1%.
Lo curioso de todo esto es que el gobierno de Juan Manuel Santos actúa como si en realidad nada estuviera pasando en el frente económico. Aprobó una reforma tributaria que estableció unos niveles de tributación altísimos y desestimulantes de la inversión privada. Está en proceso de expedir un plan de desarrollo en donde se ofrecen ríos de leche y miel, como si el país todavía estuviera disfrutando de una bonanza en su sector externo. Ha vendido la idea de que sobran los recursos para financiar ese galimatías llamado “postconflicto”.
La economía empieza a hacer agua por todos los lados y Juan Manuel Santos de celebración en celebración por los palacetes de Europa, vendiendo la idea de un proceso de paz que no se ha firmado y que la verdad sea dicha, a pesar de avances, no se le ve todavía un final a mas de tres años de haberse iniciado las negociaciones.
¿Será mucho pedir que las celebraciones de aquí en adelante sean después de logros concretos y que el gobierno se sincere y le cuente al país cómo piensa enfrentar la muy difícil situación económica que ya tocó puertas?
En efecto, en enero el valor de las exportaciones de petróleo y sus derivados se redujo en 60,7% y el de las de carbón en 32,6%. A su vez, las exportaciones de oro, hasta no hace mucho el tercer renglón en valor y que llevan ya varios meses en caída libre, disminuyeron 20,2%.
La excepción entre las exportaciones tradicionales fueron las de café que crecieron 102,7% por el impacto de un mayor volumen y de mas altos precios internacionales. Por otro lado, las de ferroníquel aumentaron 2,6%.
Las exportaciones no tradicionales se contrajeron 15,4%, lo que agrega al panorama sombrío que se vislumbra actualmente en el sector externo. La explicación de este comportamiento no hay que buscarla lejos. Las exportaciones con destino a países de América Latina cayeron 19,1%. El descenso de aquellas con destino a Venezuela fue patético: –68,1%.
Lo curioso de todo esto es que el gobierno de Juan Manuel Santos actúa como si en realidad nada estuviera pasando en el frente económico. Aprobó una reforma tributaria que estableció unos niveles de tributación altísimos y desestimulantes de la inversión privada. Está en proceso de expedir un plan de desarrollo en donde se ofrecen ríos de leche y miel, como si el país todavía estuviera disfrutando de una bonanza en su sector externo. Ha vendido la idea de que sobran los recursos para financiar ese galimatías llamado “postconflicto”.
La economía empieza a hacer agua por todos los lados y Juan Manuel Santos de celebración en celebración por los palacetes de Europa, vendiendo la idea de un proceso de paz que no se ha firmado y que la verdad sea dicha, a pesar de avances, no se le ve todavía un final a mas de tres años de haberse iniciado las negociaciones.
¿Será mucho pedir que las celebraciones de aquí en adelante sean después de logros concretos y que el gobierno se sincere y le cuente al país cómo piensa enfrentar la muy difícil situación económica que ya tocó puertas?